11 de noviembre de 2012

CONCURSO DE CUENTOS: "POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS, 2012"



Presentamos los trabajos ganadores del corcurso interno Por qué leer a los clásicos, 2012, del IES La Albuera. Este año giró en torno a la novela de Luis Sepúlveda Un viejo que leía historias de amor y contó con la participación del escritor David Benedicte. Sintetizamos a continuación el argumento:

Antonio José Bolívar, antiguo colono en la selva, ha aprendido a convivir con la naturaleza tras instalarse en un poblado aborigen, compartiendo costumbres y ritos ancestrales. Tras una experiencia desdichada,  acaba viéndose obligado a matar a un colono  irresponsable y retorna a la ciudad, donde soporta la vida “civilizada” leyendo historias de amor -única experiencia de la que carece tras perder prematuramente a su jovencísima esposa y vivir experiencias con jóvenes aborígenes poco ajustadas a los cánones galantes de la literatura.
Estructurada la novela en capítulos que pueden leerse como cuentos independientes, alcanza su mayor intensidad en las últimas páginas, cuando Bolívar,  obligado a acompañar una expedición de caza organizada por turistas insensatos y destructivos acaba estableciendo un duelo lleno de nobleza y respeto mutuo con una tigresa que aterroriza al pueblo. Bolívar, vencedor, oculta el cadáver del noble animal para evitar que sea profanado.
 Toda la novela gira en torno a un tema habitual en el novelista chileno: la intrusión irresponsable del hombre occidental, codicioso, soberbio e ignorante, en un ambiente de naturaleza virgen que desconoce.  Se convierte, así, en una amenaza para la convivencia de los humanos modernos con el resto de los seres vivos y para la supervivencia de la propia naturaleza.
Los tres cuentos que a continuación se presentan han buscado la inspiración en distintos apartados. Daniel reinterpreta la vivencia de la cacería final en un monólogo inesperado del lector adormilado que deja volar la imaginación entre las páginas del libro y la conferencia. Pamela se fija más bien en los dos móviles abstractos de la novela de Sepúlveda: el amor y el compromiso político con la democracia, para desembocar en un inesperado final. Sandra busca un insólito punto de vista de un personaje secundario tomado de la interminable galería de la novela, que evoca su vida desde las perspectivas más simples.










Daniel Alcalde

LAS RAYAS DEL FELINO



             Y ahí se encontraba el susodicho cazador, a menos de un metro de la bestia que le amenazaba con sus poderosas extremidades superiores. El sudor le resbalaba por la piel como la sangre por el costado del animal. Permanecieron un cierto tiempo autocompadeciéndose, pero repentinamente la feroz bestia se saltó esta pausa para satisfacer su sed con las entrañas del hombre. Mas aquel hábil humano consiguió eludir satisfactoriamente el ataque, pretendía conseguir que el animal dejase descuidado su punto débil para asestarle el golpe decisivo.
Las horas pasaban y ambos combatientes parecían no poner fin a su absurda lucha únicamente por un honor ficticio que superaba todas sus capacidades. Sentían necesidad de proseguir con el conflicto. La sangre comenzó a brotar del muslo derecho del cazador, el felino  le asestó tal zarpazo que aquel hombrefue mutilado de gravedad en la mencionada extremidad. Lo más sensato parecía huir para recuperarse de la herida, pero no podía, no a estas alturas del duelo.
El machete que empuñaba este espécimen humano estaba ya ennegrecido por la sangre coagulada y seca que portaba, mas sus cortes seguían siendo tan limpios como la primera vez. Ambos combatientes, exhaustos,  jadeaban entre cada acometida que realizaban sin éxito sobre el otro. Era una lucha de iguales.
La noche caía, y con ella el entusiasmo de la pelea, ya ninguno de los dos reacios enemigos deseaba ver agonizando al contrario. Marcharon a buscar refugio para la noche, e intentar sanar sus heridas. El poderoso felino se ocultó entre los altos helechos del suelo selvático, mientras que el hombre, malherido trepó a un árbol con una venda improvisada con hojas para taponar la fuerte hemorragia de su miembro inferior derecho.
Las primeras luces y la neblina del alba despertaron temprano al cazador, que después de aquel sueño reparador tubo fuerzas suficientes como para ir en busca de su desayuno. El cazador  comenzó a engullir el sabroso pez que había capturado con las manos. Pero antes de que lo acabara, el incansable felino se abalanzó sobre él como pidiendo reanudar la incansable y sangrienta lucha. Otra vez el machete chocaba contra los marfiles del animal a modo de sujeción de seguridad, mientras la mano izquierda buscaba cualquier objeto del suelo que pudiera ocasionar el máximo daño posible al animal. Las fauces húmedas del felino se aproximaban progresivamente a la cara de su objetivo, que tumbado en el suelo hacía todo lo posible por salir victorioso de este episodio de su vida. Las primeras gotas de saliva caían sobre la mejilla del desesperado hombre que se dio por vencido.
-Esto es el fin…
Y la potente mandíbula del animal se adentro en los más profundos pensamientos de su presa, la cual yacía en el suelo sin ningún tipo de vida consciente, cual roca…


-¡¡SILEEEEEENCIOOOOOOOO!!-Gritó un profesor de los allí presentes, creando una repentina acción de sobresalto entodos, al borde del sueño más profundo y perfecto que se podía imaginar.
 Todos los alumnos volvimos a hacer una intentona de prestar atención al orador que contaba el argumento de la novela; el cual, afortunadamente, ya iba por el final.
-El final es muy emotivo, sobre todo cuando el viejo deja el cadáver de la tigrilla en el río para que no sea profanado.-Prosiguió el orador, él era calvo, su cabeza brillaba y podían verse las lámparas cercanas en ella.
-Estaba mucho mejor mi final…-pensé, quitándome las legañas- El del autor es muy cursi.
El aburrimiento invadía a cada cual que se encontraba en aquella sala infernal, aunque entre tanta monotonía se presentaban instantes de carcajadas y se producía cierta atracción hacia la susodicha conferencia, que finalmente no resulto tan agobiante como lo esperado. Al finalizar el comentario, se produjo una fuerte ovación hacia aquel hombre que se dignó a hablar delante de todos nosotros.
Repentinamente, la tierra comenzó a sacudirse, violentamente no, lo siguiente; y una fisura de proporciones descomunales comenzó a abrirse bajo todo el edificio como una puerta al interior de la tierra, cayendo todo ser que se encontraba en esa sala. La tierra se cerró bajo nuestras cabezas dejando únicamente la posibilidad de avanzar por una estrecha abertura entre rocas. Todos estábamos asustados, éramos desconocedores de lo que podía aguardar al finalizar la travesía recién emprendida.
Pasadas varias horas de exhaustivo viaje  por las sucias paredes e inestable suelo de la gruta, una sala descomunal es abrió ante todos. Estaba vacía, únicamente se podía encontrar más barro y rocas. Inspeccionamos toda la superficie que podíamos alcanzar, en busaca de alguna manera de proseguir. Tras diversos movimientos de rocas, una pared acabó por desplomarse, matando a varios de los recientes exploradores (pero no a mí, que seguía disfrutando de cada instante de esta repentina expedición). La cavidad que se descubrió tras el derrumbe, brillaba con un esplendor que se asemejaba a un espejo. Simplemente era toneladas de metales que se asemejaban a la plata pulida… ¡Qué bien!


Un  momento, esto es demasiado bueno para ser verdad…¿Qué hace mi libro mojado?... Parece que estoy en la biblioteca… ¡Ah, claro! Estoy estudiando… Y… ¿Me he quedado dormido?... ¡Puaj, el libro esta todo babeado! Curiosamente… Las babas me recuerdan al pelaje de un tigre… Ya comprendo por qué me he dormido… Pero, ¿Cuánto tiempo habré estado descansando los ojos?... Seguro que no llevo mucho, solo son las seis y trentaisiete… Madre mía, qué silencio. Tengo que continuar estudiando… ¡ahí va! ¡Una mosca en mi libro! Que guay… Está planeando conquistar el mundo, por eso se frota las patas… Y, ¿cómo será ser una mosca?, yo no me daría con los cristales, porque ya los conozco, pero si que me gustaría ir hacia las bombillas encendidas… Son tan brillantes… Y, ¿cómo se fabrican?, seguro que lo enseñan en algún programa de la tele… Y, ¿qué estarán echando ahora?, voy a buscar en algún ordenador la programación de hoy… Interesante… Creo que me voy a ir a casa a ver este programa… Ya estudiaré antes de dormir... Tal vez tenga para cenar hoy croquetas, o a lo mejor una ensalada césar… Tengo ganas de llegar a casa…





Pamela Rosero Delgado      4º “A”

LA RAZÓN Y EL CORAZÓN


Hoy quiero contar mi historia, soy de origen chileno mis padres son personas de origen humilde que me criaron con amor, me dieron una educación y supieron apoyarme en todo momento en las metas que tenía, apoyaron mis sueños y ahora soy un gran escritor.
Cuando tenía veinte años la situación económica y política en nuestro país se nos tornó difícil, era critica pues se había instaurado una dictadura y yo como algunos otros me oponía a ese régimen de gobierno. Era un libertador, un revolucionario, un escritor fanático de la libertad.
Mis padres tuvieron que viajar a otro país, donde al parecer les ofrecían lo que aquí no teníamos y añorábamos, libertad. Yo también viaje con ellos, fuimos como emigrantes a casa de unos familiares que teníamos allí, donde conocí a una joven de la cual me enamoré con locura. La veía a diario peinar sus hermosos y largos azabaches cabellos y partir cada mañana a su colegio. Era una hermosa niña con rostro angelical que hacía que mis problemas se desvanecieran pues tenía solo trece años y su inocencia brotaba a flor de piel.
Cierto día, ella distraída le robé un beso, beso al cual ella correspondió con la misma pasión que yo; desde entonces empezamos un tránsfugo romance, le regalé una flor junto con mi corazón y ella aun estando asustada de lo que sentía me correspondió. En cada uno de nuestros encuentros clandestinos ella se hacia la misma pregunta: ¿Qué dirán mis padres si se enterasen de lo nuestro?, pues ella y yo éramos primos. “Un incesto, dirían e intentarían separarnos. Yo callaba sus palabras con mis besos y la niña correspondía a mis muestras de cariño y yo solo rogaba a dios que nunca nadie nos separase.
Cierto día después de tanto buscar conseguí un trabajo, en un lugar que no había visto jamás, era un hermoso paraíso, un hotel que estaba rodeado de un lago y unos jardines con todo tipo de flores hermosas desde margaritas asta rosas pero ninguna más bella que mi amada y yo era su jardinero mi trabajo consistía en ocuparme del cuidado de los jardines principales y secundarios y de ese azul y cristalino lago. Aparte de esto tenía que cuidar a mi Lizbeth pues mis tíos me la habían confiado. Tenía que recogerla de su colegio y llevarla a su casa o a donde necesitase. Cada vez las cosas se tornaban peor para nuestra relación pues mis tíos volcaron toda su confianza en mí y yo la estaba traicionando al enamorarme de su tesoro, su hija menor, mi prima.
Como es tradición cuando las niñas cumplen quince años, les hacen su fiesta rosada y ella tuvo la suya. La vistieron con un hermoso vestido de princesa, adornaron sus cabellos con una corona de falsos brillantes y su blanco y suave cuello, que tantas veces había besado, con una gargantilla de oro. Pero ni aun con tantos adornos su carita de inocencia dejaba de brillar, era una hermosa luz, mi motivo de vida, y era irónico yo, que toda una vida había luchado por la libertad, estaba atado a ella y por su felicidad y tranquilidad reprimía mis deseos de decirle al mundo que la amaba.
Con quince años la niña se había vuelto mujer más hermosa que antes; ella decidió que era mejor no verme más, que no quería problemas y que era una niña insistía. Por último que tenía otro amor, me dijo. Desde entonces dediqué mi vida a mirarla dese lejos, ser su amigo, confidente. Y a luchar por mis ideales, quería volver a Chile y acabar con aquella cruel dictadura que a mi pueblo aprisionaba.
Por mis venas corría sangre revolucionaria y viajé. Cuando llegue a las playas que rodeaban mi antigua casa y el azul del mar que bañaba aquella roca donde solía sentarme a pensar y escribir mis pensamientos, las vi destruidas, al igual que el resto del pueblo. Parecía un lugar sin vida, la gente estaba sumisa ante los militares, y ante el dictador nadie se oponía. En su mirada se notaba que no eran felices, la luz se había escapado de sus ojos.
Los arrogantes y pedantes políticos hacían de las suyas en mi país, MI PATRIA, yo mientras que trabajaba y cuidaba de Lizbeth me había sacrificado y había terminado mi carrera de derecho, era un abogado con ideales de hacer justicia en mi país y aprisionar y castigar a todos los que lo habían dañado. Un día después de varias revueltas me arrestaron, pero “el dictador” sabía que sería un escándalo asesinarme por haberme ganado buena fama y voluntad de todos, por lo que me exiliaron.
Un año después volví al país donde mis padres habían logrado ser felices. Cuando llegué mis padres trataron de mil maneras de que me quedase, que no volviese a Chile, que abandonase mis ideas de revolución, y durante un tiempo lo lograron. Cierto día la vi, en una reunión familiar, la vi y su rostro apenas había cambiado, corrió a mis brazos y yo a los suyos y disimulando nos abrazamos. Entonces me di cuenta que me amaba tanto como yo a ella, me amaba y eso era cuanto quería saber; en esa misma reunión mientras todos comían, bailaban y bebían, ella y yo fuimos al lugar de nuestros encuentros.
Mi niña ya era mujer, tenía dieciocho años y había cambiado, solo entonces paré a analizar su hermosa figura, estaba bien formada como pulida a medida, la besé y ella se dejó llevar, entres rosas rojas y margaritas la hice mía, creí en sus palabras, en su declaración de amor, pues también pude darme cuenta que me estaba entregando su más valioso tesoro, ya que jamás ningún hombre la había tocado, era casta y pura y me estaba regalando su inocencia. En aquel instante yo era el hombre más feliz, me sentí importante para ella y ella lo era para mí. Estaba dispuesto a abandonar mis apasionados ideales por vivir toda la vida a su lado y entre besos y caricias se lo propuse.
Las cosas en Chile estaban peor, para mí era un alivio saber que la gente quería levantarse y yo añoraba dar un golpe de estado acabando así con la dictadura e implantar una democracia en ese momento mi corazón y mi razón se volvieron rivales a muerte, ignorando mis sentimientos viaje a Chile, arriesgándome a morir si la guardia del dictador me veía.
Un sábado por la tarde llegué y mis compatriotas me escondieron, planeamos juntos una dura ofensiva al parlamento pues éramos más fuertes y contábamos con muchas armas. En una noche fría de mayo atacamos el Palacio de Carondelett y allí secuestramos al dictador junto con su familia obligándole a dimitir y entregar la libertad a nuestra patria. Como era de esperar, este, al verse acorralado y con la cobardía que lo quemaba por dentro, en cuanto quisimos darnos cuenta el muy cobarde había matado a su familia y se había suicidado.
Al fin había conseguido uno de mis mayores sueños, ver a mi paria libre. Entonces decidí dejar Chile en manos del que me pareció sería un buen gobernante y viaje a encontrarme con mi Lizbeth y apoyarla en sus sueños, haciendo así realidad otro de los míos que era estar junto a ella, cuando me vio sus ojos se llenaron de paz y gordos lagrimones pues la pobre había pensado que lloraría mi muerte.
En ese entonces, cuando al fin la besaría sin remordimientos y con toda libertad sin que nos importe que todos se enterasen de nuestro amor, desperté en una sucia, oscura, mugrienta, y cruel celda de una de las cárceles del Mariscal Sucre, también apodado por mí como “El Dictador”. Y ahora, con cuarenta y cinco años, aún tengo la esperanza de encontrarla, de algún día hacer realidad este sueño y enamorarme de una mujer de carne y hueso y así vivir el más lindo romance junto con ella que solo en este sueño había podido lograr.
Pero por más esperanzas que tenga, no lo poder hacer realidad pues en dos días me fusilaban acusándome de desacato a la autoridad y traición a la patria.
Sin más palabras, de mis padres me despido deseando que un día ellos reciban esta carta y me recuerden como en este sueño un hombre que solo deseaba felicidad y amor.
Firmado:
        LUIS SEPULVEDA.





Sandra Martín Gómez.

MI ÚLTIMO AMADO.


Mi madre siempre me había dicho que había nacido en la selva amazónica, pero nunca me había especificado dónde, a pesar de lo cual, yo sabía que era en un árbol. Era muy pequeño cuando nací. Mi piel era sonrosada y mis pocos días de vida me impedía saber o conocer nada. Me pasaba los días con mis hermanos mientras mamá nos traía la comida. Éramos un total de tres pequeñas y sonrosadas criaturas que acababan de conocer el mundo.
Poco a poco aprendí a valerme por mi misma. Mi familia era peculiar porque mientras mi padre enseñaba a mis hermanos, mi madre no me enseñaba a mí sino que se ocupaba en cuidar de los próximos habitantes de lo que ahora llamo mi casa. Aprendí observando cosas, plantas, animales, humanos, pájaros, peces y tigres. De estos últimos descubrí que siempre que alguien se encontraba con uno debía de huir rápidamente.
Mataba el tiempo, mientras aprendía, en dar investigar en las cercanías de mi casa. Saltaba desde una rama de un árbol y aterrizaba en la del árbol de en frente cada vez con más facilidad; me gustaba ver a los peces nadando arriba y abajo y saltando por encima del agua, pero odiaba cuando les sacaban del agua y se ponían a saltar en la tierra y dejaban de moverse. Mi padre me explicó que eso se llamaba boquear, era lo que hacían cuando no tenían agua para respirar.
A veces acababa como mareado, me caía al suelo después de dar vueltas anonadado por los colores que rezumbaban, los rojos, los verdes, los amarillos, los marrones, las pocas veces que veía el azul del cielo o el azul del río mezclado con el marrón (otra vez) de sus orillas. Me costó mucho aprender esto porque hay infinidad de colores; por ejemplo, de verdes hay muchísimos, verde de las hojas a las que les da el sol -que son más claritas-, verde de las hojas a las que no les da el sol, verde de la hierba en el suelo, verde de esas cosas verdes llamadas algas -que resulta que son diferentes fuera del agua que dentro-. Y está el verde de los árboles, el verde que se ve por encima de los árboles, el de los árboles cercanos, el de los lejanos, el de los que están en medio, en la armonía de todos ellos...
 A pesar de que ya había visto más humanos antes, una vez vi humanos nuevos, no iban sin ropa, tampoco iban todos iguales, y tampoco tenían lo que mi madre llamó piel de color marrón oscuro, lo tenían marrón pero claro. Mi madre me explicó que eran salvajes, que quería decir gente que decían hacer formas con un palo en la arena y a eso lo llamaban números. Pero mi padre la corrigió diciendo que eso eran los contrarios, que eso eran los shuar, que ellos eran gente que ni vivía en al selva pero que creen vivir en ella porque han aprendido cosas en algo llamado libros, que son cosas grandes y cuadradas con un montón de cosas parecidas a las cortezas de los árboles, pero mucho más finas y blancas unas encima de otras y donde hay lo que se llaman palabras. Un día quiero saber escribir, mientras tanto me vale con sobrevivir.
Mi padre enseñó a mis los misterios de la selva, a saber diferenciar un águila de un pájaro que no es peligroso, a saber en que sitios dormir, preferiblemente en lo alto, a no acercarse a algo que ellos llaman serpientes pero que yo no he visto nunca.
-Papá, ¿qué son las serpientes?-le pregunté un día muerta de curiosidad.
-Son animales alargados, como las ramas de los árboles para que te hagas una idea, pero que se pueden mover, y, como son de los mismos colores que la selva, no se los ve muy bien. Pero son muy peligrosas porque te pueden morder y cuando hacen eso tienen veneno que es un líquido que te mata, pero no lo tienen todas, por lo que dicen los humanos. Algunas se enroscan aquí -me señaló la unión de mi cuerpo con mi cabeza, el cuello- y te aprietan y te impiden respirar y te matan.
-¡Hala!
-Pero si vas por lo árboles es mucho menos probable que te pase eso.
Esa fue la primera vez en toda mi corta vida que deseé realmente no haber nacido aquí. Conmigo, en cambio, se aseguró de que hubiera aprendido lo necesario para mí, para que fuera capaz de sobrevivir. Me dijo que al ser una chica no me hacía falta mucho más porque ya se encargarían los chicos de protegerme. Pero yo quería crecer, descubrir, aprender, volar. Tiempo después de que se fuera mi padre pregunté:
-Mamá-le pregunté un día-. ¿Por qué se fue papá?
-Para tener más hijos y que nuestra especie continúe viviendo por muchos sitios.
-Pero tú has tenido más hijos.-Le reproché.
-Sí, pero no del mismo padre.-Y con eso dio zanjada nuestra conversación.
Crecí sola, mi mamá murió cuando nacieron los últimos hermanos que iba a tener, cuatro, pero tres se murieron a las pocas horas, ella siempre decía: “La vida en la selva es de las más duras que existen.” Aunque quería ver tanto como fuera posible, en realidad me sentía sola sin mi familia, mis hermanos se fueron en cuando mamá murió, y los que nacieron después que yo hicieron lo mismo, solo quedé yo. Aunque quería ver si había algo más allá de la selva o todo era una gran selva, cosa que suponía que no era así por la frase de mi madre, solo salí una vez de la selva y por poco no vuelvo.
Estaba yo un día con mi primer amado, me había cautivado tanto que estuve con él mucho tiempo, tuvimos cinco hijos y yo hice que sobrevivieran todos, pero como me explicó mi madre, se fue, y con él todas las ganas de criar hijos que tenía, aun así, tuve un segundo amado y un tercero y seguí cuidando de los hijos aunque algunos ya se habían echado a volar. Un día mientras buscaba comida, descubrí lo más apetitoso del mundo: la mejor comida que mis pequeños ojos habían contemplado, así que me dirigí a por ella, pero algo me atrapó, me pasé así mucho rato y descubrí que había pájaros que estaban enjaulados como yo, eran de todos los colores, azules, rojos, amarillos, grises, blanco… y algo que según mi madre era un tucán.
De repente, un humando vino a por nosotros, a todos los pájaros los enjauló y a mí me dejó atrapada, pero en cambio hubo dos pájaros a los que dejó libres, cosa que me sorprendió. Para mi sorpresa, nos llevó con más hombres como él, estos humanos debían de ser de los que no eran salvajes por como eran. El humano que nos tenía presos nos dio a otros humanos y ellos le dieron libros. Por lo que vi, a ese humano no lo llamaban humano, sino Bolívar.
Yo estuve con un humano con el que me llevó muy lejos, otros humanos se llevaron otros pájaros, otros directamente los soltaron, otro se llevaron otros animales que no alcanzo a distinguir. Mi humano se llamaba Fernando. Fernando era grande, mucho más grande sí, tenía la piel muy poco marrón, tenía una cosa en la cabeza que le ocupaba toda la cara de color marrón muy marrón, y llevaba las ropas más extrañas que jamás he visto, aunque he visto pocas. Estuve mucho tiempo con él, y yo podía estar por toda la casa, pero un día me dijo:
-Te voy a llevar a tu casa otra vez.-“Casa”, pensé, eso me suena.-Sí, esa con árboles y…-“árboles, mi casa, mi árbol, mis hijos.”-Vaya, se te ha cambiado la cara, te llevaré mañana por la mañana.
Al día siguiente por la mañana volví a mi casa otra vez como había prometido, pero ver como se desplomaba no se me olvidará nunca, ver como aparecía ese tal Bolívar corriendo y diciendo “Está muerto, muerto.”, y llegar a la conclusión por mi misma de que jamás le iba a volver a ver después de lo bien que me había tratado me hacía daño. Pero decidí seguir haciendo lo que tenía pensado hacer, volver a por mis hijos. Para mi sorpresa, todos se habían ido. Y en ese momento me pregunté cuánto tiempo pasé fuera, por lo menos el suficiente para no verles crecer, pero decidí pensar que eran parecidos a mis hermanos, que se fueron a vivir.
Pasé mucho tiempo sin volver a tener hijos y solo tuve un amado más y tres hijos más. Con el tiempo decidí que él fue el mejor amado que había tenido nunca, pues aunque era físicamente parecido a mis otros dos amados, gracias a este recuperé la felicidad que tanto me embriagaba al principio. Recuperé mi maravillosa forma de ser llena de curiosidad que dejaba anonadados a los más precavidos, envidiados a los más jóvenes y con sus recuerdos a los que acababan de tener hijos; cuando él apareció decidí que iba a ser mío aunque solo fuera temporalmente, decidí que si conseguía volver a volar de la misma forma sería con él.
Y, en efecto, así fue, volver a volar así me hizo olvidar la muerte de Fernando, el abandono de mis hijos y todo el  maravilloso olor a humedad que impregnaba la atmósfera. Me ayudó a identificarme físicamente ahora que lo había hecho por dentro: yo era verde, pero con la parte esa roja y lo que queda de cabeza azul, y por debajo de los ojos amarillo, en la zona de las alas que más se acerca a la espalda era roja también, mi piquito era marrón; y la mayor preciosidad del mundo con la que tuve cuatro hijos era verde con una parte de la cabeza amarilla.
Nuestros hijos eran una macedonia de ambos, aunque en esta macedonia los trozos se separaban perfectamente, los chicos eran como su padre y las chicas como yo, tuvimos un total de seis, cuatro chicas y dos chicos. Su padre nunca les abandonó, sino que se murió. Yo les enseñé todo lo que aprendí, sin importarme contarles más a los chicos que a las chicas a todos igual, todos tenían que sobrevivir, ellos se fueron, yo encontré a otro sustituto de mi amado pero no tuvimos más hijos.
No sé por qué me he acorado de esto, tal vez porque resulta que el dicho de los humanos de que cuando vas a morir pasa toda tu vida por delante de tus ojos es verdad, porque estoy a punto de llegar al suelo, me ha dado algo así como un susto que no sé como se llama y cuando me he dado cuenta, ya estaba cayendo, por eso no he tenido hijos con mi último amado.

1 comentario:

  1. Me parece muy interesante que la base de los textos tenga al libro "El viejo que leía novelas de amor", porque es una obra literaria que tiene muchos matices y merece ser digna de estudio.
    Personalmente me resulta fascinante la vida del protagonista y ver como se desencadenan sus batallas internas.
    Yo asistí a las charla sobre este libro en tercero y fue una grata experiencia.

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