21 de enero de 2013

MICRORRELATOS

                                                         MICRORRELATOS

El microrrelato es una construcción literaria narrativa distinta de la novela o el cuento. Es la denominación más usada para un conjunto de obras diversas cuya principal característica es la brevedad de su contenido. El microrrelato también es llamado microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento.

Recogemos una serie de microrrelatos escritos por alumnos de Bachillerato del Instituto. Las condiciones que se propusieron son dos: no superar las 150 palabras y ambientación en algún punto de Segovia.



ALEJANDRO DEL BOSQUE: CONFUSO ENTRE LAS PIEDRAS

Desperté en la plaza de Colmenares, tumbado en un banco y envuelto en papel de periódico. Miré a mi alrededor, tan solo me fijé en un hombre encapuchado, cuyo rostro no conseguía distinguir.
Supuse que quería algo, ya que no paraba de mirarme. Sin embargo, cuando llegué a pocos metros de él, desapareció rápidamente por las escaleras que cruzan la muralla.
Me asusté por un instante, me di la vuelta, volví sobre mis pasos, y me vi a mí mismo, tumbado en aquel banco.



JULIA CONCEPCIÓN: EL PASEANTE

Un hombre paseaba por la Plaza Mayor de Segovia. Se abría paso entre la multitud y esquivaba a los niños que corrían y se subían gritando al templete, mientras sus ojos quedaban fijos en la silueta de la catedral. La belleza del caso antiguo hacía que las sílabas se deslizaran mejor tras sus gruesas y oscuras cejas y lograba que en sus pasos encontrara el ritmo que necesitaba para cada poema.
¿Cómo iba a saber aquel hombre que, en ese mismo lugar, más de ochenta años después, la estatua de su silueta iba a inspirar a muchos otros como él?



 CRISTINA DE PEDRO MUÑOZ : UN RAYO DE ESPERANZA

La tarde era gris, amenazaba lluvia, y allí estaba yo en lo alto de una roca, al borde de un precipicio mirando el Alcázar a pocos metros de mí. Todo estaba decidido, un salto y se acabaron todos mis problemas.No podía pensar, pero algo me impedía saltar, algo unía mis pies a la roca.
 Hice un último esfuerzo, miré al frente y repentinamente le vi a él subido en la torre más alta del Alcázar, a punto de arrojarse al vacío.Por un momento nuestras miradas se cruzaron, en décimas de segundos nuestros cerebros intercambiaron millones de ideas, nos hicimos mentalmente cientos de preguntas y seguimos mirándonos fijamente.
Pasaron unos minutos que se nos hicieron eternos. De repente como por arte de magia, ambos sonreímos al mismo tiempo, y nuestra sonrisa se iluminó por un brillante rayo de sol que apareció entre las oscuras nubes de la tarde segoviana.
                               



KATIA RUTH BACA CORNEJO: VACACIONES


  Apareció en su casa, no sabía cómo ni por qué. Todavía le quedaban tres días para seguir sus vacaciones en aquel maravilloso lugar; no sabía cómo había llegado a casa sin ni siquiera sentirlo.   
 Estaba enfurecida, su corazón latía muy rápido, ya que estaba caminando apresuradamente por todas las habitaciones a buscar quien lo ayude a entender lo que estaba pasando; y de tanto moverse, desordenó toda la cama. Al no encontrar a nadie que le dé alguna respuesta se puso a llorar. Tan grande era el deseo de estar en aquel lugar, que abrió los ojos de golpe y en seguida sonrió con la felicidad de saber que a la hora de asomarse por la ventana podrá volver a ver el barrio de las brujas de San Millán, dentro y fuera del sueño.




CARLOS MARTÍN: LA PIEDRA DEL ACUEDUCTO 
        Cuando el arqueólogo William Blake vino a Segovia a trabajar en una excavación, no imaginaba el fantástico descubrimiento que haría. Un día encontró un fragmento de granito con una inscripción. No se lo contó a nadie. Trabajó en secreto durante meses para descifrar aquel extraño lenguaje.
         Una noche, mientras investigaba, se apagó la luz y vio que algunas de las laminillas de mica brillaban alineadas formando una frase incompleta en latín. Eran instrucciones para colocar la piedra en un pilar del Acueducto. 
             De día trabajaba y de noche visitaba el monumento buscando el lugar donde encajase la piedra. Entre dos sillares encontró un hueco. La luz de las farolas se difuminaba en la niebla. Colocó el fragmento casi a tientas. Inmediatamente el arco se iluminó y la niebla se fue abriendo mientras Blake se adentraba en  aquel portal del tiempo: Se encontraba en un mercado romano. Nunca regresó.

                                                                                   



MARÍA CASAS: HUELLAS DE UN SUEÑO.




Cabalgué sobre los siete vientos de la llanura, hasta el lugar dónde el aire araña con su voz la piedra, dejando prendidas de sus almenas, telarañas de las más hermosas historias.

Paseé por sus angostas y coloridas calles. Embelesé a las princesas más codiciadas de su corte, y agoté mis horas de sueño compartiendo tejado con los gatos.

Perdí todos mis naipes en sus tabernas, y escuché la tintineante risa de las estrellas que colonizan sus noches de invierno.

He soportado ebrio, el audaz y asfixiante canto de sus pétreas sirenas, y bailé macabras danzas alrededor del fuego las frescas noches de su verano.
Grabé con poesía las tejas de las torres que coronan su alcázar, y en las cuevas cercanas al Eresma, vislumbré el brillo purpúreo que adorna las hermosas máscaras de las hadas.
En aquel lugar, encontré, entre jardines, tejados y castillos, los mejores resquicios de la historia.




ARÁNZAZU SÁNCHEZ MORENO: Últimas palabras.
 
Llegué a la iglesia de San Martín aquella tarde lluviosa con reflejos de sol, sabor de otoño. Intenté repasar la jornada anterior y no me acordé de mucho, solo la discusión en la que no recibí más que golpes por su parte. Existían esperanzas de que si aquello no funcionaba, acabaría yo mismo lo que empecé, pero no hizo falta.
 Al llegar, supe que era una trampa por su sonrisa. El tema de divertido tenía poco y no podía ser de felicidad.
 En un intento por no estropear el espectáculo, evadí pensando que muy pronto solo seria un amasijo de vísceras. Recordé el último momento de la vida de su hermana con un mohín. Eran gemelas, tenía que haberlo previsto. Ella me había encontrado, y la cara de la que una vez vi muerta se iluminó, seguramente deleitándose con mi extinción. No podría explicarlo todo; se acabó el tiempo. Y dejó de llover.   


                                      

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