15 de marzo de 2018

premio de poesía "Huerta de San Lorenzo 2018"


Las poesías que se presentan a continuación han sido premiadas con el segundo y tercer premio del concurso de poesía La Huerta de San Lorenzo. Dos poemas donde la soledad y la mirada hacia lo desconocido nos asaltan. Las ilustraciones que los acompañan son cuadros de Dalí. 

Lidia García Merenciano

                   ARDE


Capa tras capa de ropa,
piel incendiada sin  rastro de prejuicios,
sombra de una sonrisa
que no tiene más que tu nombre.
Miles de historias entre mis dedos,
frío repentino,
calor intenso,
un rastro de dolor
se ahoga entre mis piernas.
Finalmente,
solo silencio.







Alejandro Toledano Povedano  


         TRANSEÚNTES ERRANTES


Infinitos, efímeros, relativos.
El apegado y copioso gozo de decadencia
Llena las llanuras de los pavimentos estancados.
Los corredores del tiempo ya no tienen paciencia.
Otros piden a gritos unos minutos menos.

Las invisibles virtudes que poseemos
Se desvanecen delante de nuestros ojos
Y ya no habrá un presente, ni siquiera un ayer
Si seguimos esperando un mañana que difiera.

Exhausta la mente repleta de sufrimiento silencioso,
Proclamando injusticia sobre su propio reloj,
Hallándose parada en medio de una lluvia interna,
Donde todos a su alrededor callan,
Esperando, impacientes, un final trágico.
Así tendrán algo que comentar.

Miradas que esconden lo que años perduró,
Y ya sin haber saltado al abismo,
Millones de pantallas apuntan al cielo.
Todo se acabará, y a la vez todo seguirá girando.




11 de diciembre de 2017

FUGACIDAD


ALEJANDRO TOLEDANO
Fugacidad.
Vertiginosamente y a trompicones, descendí las escaleras del Postigo. Viré mi semblante hacia aquellas persistentes sirenas luminosas que no evocaban más que falsedad y distorsión de una realidad, en la que ya nadie más luchaba por su propia libertad.
Poseía la poesía en demasía, pues las llagas de las llamaradas, se hallaban entre los resquebrajados retales del esbozo de aquel pozo sin fondo que conformaba mi mente.
A pesar de que todos habían perdido la esperanza, yo recorría los edificios colindantes de la Judería incesantemente. No quería ni podía convencerme de que yo era la única persona a la que el sistema no había manipulado; y por ello me buscaban.

Abrupta y abrumadora la bravura de mi brevedad, quise ser grande gritando que aún había esperanza por lo que luchar. Pero los forcejeos contra el sedante de aquel agente me demostraron lo contrario. Ahora todo estaba perdido.