La ínsula de Barataria.
Blog literario. Pequeño proyecto de unos alumnos de bachillerato y su profesor de Literatura. Lírica, narrativa, ensayos y mucho más.
13 de marzo de 2019
7 de marzo de 2019
15 de marzo de 2018
premio de poesía "Huerta de San Lorenzo 2018"
Las poesías que se presentan a continuación han sido premiadas con el segundo y tercer premio del concurso de poesía La Huerta de San Lorenzo. Dos poemas donde la soledad y la mirada hacia lo desconocido nos asaltan. Las ilustraciones que los acompañan son cuadros de Dalí.
Lidia García Merenciano
ARDE
Capa tras capa de ropa,
piel incendiada sin rastro de prejuicios,
sombra de una sonrisa
que no tiene más que tu nombre.
Miles de historias entre mis dedos,
frío repentino,
calor intenso,
un rastro de dolor
se ahoga entre mis piernas.
Finalmente,
solo silencio.
Alejandro Toledano Povedano
TRANSEÚNTES ERRANTES
Infinitos,
efímeros, relativos.
El apegado y
copioso gozo de decadencia
Llena las
llanuras de los pavimentos estancados.
Los
corredores del tiempo ya no tienen paciencia.
Otros piden
a gritos unos minutos menos.
Las invisibles
virtudes que poseemos
Se desvanecen
delante de nuestros ojos
Y ya no
habrá un presente, ni siquiera un ayer
Si seguimos
esperando un mañana que difiera.
Exhausta la
mente repleta de sufrimiento silencioso,
Proclamando injusticia
sobre su propio reloj,
Hallándose parada
en medio de una lluvia interna,
Donde todos
a su alrededor callan,
Esperando,
impacientes, un final trágico.
Así tendrán
algo que comentar.
Miradas que
esconden lo que años perduró,
Y ya sin
haber saltado al abismo,
Millones de
pantallas apuntan al cielo.
Todo se
acabará, y a la vez todo seguirá girando.
11 de diciembre de 2017
FUGACIDAD
ALEJANDRO TOLEDANO
Fugacidad.
Vertiginosamente y a trompicones, descendí las escaleras del Postigo. Viré mi semblante hacia aquellas persistentes sirenas luminosas que no evocaban más que falsedad y distorsión de una realidad, en la que ya nadie más luchaba por su propia libertad.
Poseía la poesía en demasía, pues las llagas de las llamaradas, se hallaban entre los resquebrajados retales del esbozo de aquel pozo sin fondo que conformaba mi mente.
A pesar de que todos habían perdido la esperanza, yo recorría los edificios colindantes de la Judería incesantemente. No quería ni podía convencerme de que yo era la única persona a la que el sistema no había manipulado; y por ello me buscaban.
Abrupta y abrumadora la bravura de mi brevedad, quise ser grande gritando que aún había esperanza por lo que luchar. Pero los forcejeos contra el sedante de aquel agente me demostraron lo contrario. Ahora todo estaba perdido.
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