6 de junio de 2013

POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS - 2013

PRESENTACIÓN

La actividad de “Por qué leer a los clásicos” – 2013 giró en torno a la Generación de los 50, un grupo de poetas excepcional que modificó el concepto de poesía, haciendo de este género una forma de aproximación entre poeta y lector, llena de gestos de complicidad, sentido del humor, reflexiones sobre la vida cotidiana y la memoria, conversaciones del propio autor consigo mismo.

Amigos de la conversación y las reuniones, defensores de la libertad cotidiana, reflexivos…Se les llamó, la Generación de la experiencia, pero también, con ironía “La Generación del alcohol”. En tre otros, Ángel González, Gil de Biedma, Agustín Goytisolo, Félix Grande, o sus antecesores José Hierro, Blas de Otero… Su obra acaba con los vicios de la poesía del XIX

Uno a uno, son fundamentales para nuestra poesía reciente; en grupo son imprescindibles. Un tema parece perseguir a la generación: el recuerdo de una infancia robada por la guerra y una juventud falseada por la propaganda. Una generación formada especialmente por poetas naturales de Barcelona, pero con una proyección especialmente moderna y universal.

Nos habló de ellos el poeta Ben Clark, tan joven como para ser nieto de ellos, de quienes tomó ideas, temas, estilos. También nos habló de cómo construye sus propias poesías. Un inteligente poema de María Casas nos brinda la descripción del joven poeta.

La actividad se cerró con un concurso de creación literaria, donde los trabajos debía derivar de charla. Reproducimos los once que seleccionaron los profesores encargados. En primer lugar, dos poemas introductorios: Mayra, Serna en un hermoso homenaje a los poetas de la generación y María Casas con un retrato del poeta que disertó sobre ella.
Todos son buenos, pero salió ganador el poema de Natalia Jimeno, seleccionado por los votos de todos los participantes. Es un homenaje a las gentes que vieron truncada su vida por la guerra, intentando plasmar el estilo íntimo característico de la Generación. En esa misma línea, destacamos la prosa poética de Esther Navajo e Inés Pastor


En los trabajos de Natali Biserova y Paula Muñoz, sin embargo, el tema de referencia es la memoria de la infancia pedida, a partir de recuerdos personales. Berta Martín y Yésica Ríos retornan al pasado, evocándolo como un mito., mientras que Julia Concepción habla del hecho en sí de escribir, en conversación con el personaje olvidado. Finalmente, Guillermo Barroso y Esther Subtil, se recrean más bien en la figura de Ángel González; uno, imitando sus poemas amorosos y otra relatando su último accidente..





MARÍA CASAS ESTEBAN
BEN CLARK

Tenía 29 años... no más.
Acento extranjero, lento, gracioso.
Vino y nos habló del pasado. De tremes, de versos rancios,
de hombres que disparaban a la injusticia con palabras.
Nos presentó a Abdullah Samuels, vecino de continente imaginario
ignorado, como muchos otros.
Llenó de polvo nuestros pensamientos, de polvo espeso de recuerdos
de paredes de papel y posits
de humor de guerra, de mundos de niños sin madre.
Tenía los ojos claros, metro ochenta, poeta... no más.
Se fue. Y los que pudimos saborearmos esa atmósfera de tela, de años 50.
De ideas que se desean escribir
Y nos llenó el mundo de paseos sin sentido, de ciudades sin cines, de islas sin trenes.



MAYRA SERNA
A ELLOS


Eran ellos los que querían ser diferentes
Eran ellos los que pretendían cambiar las cosas
Sabían perfectamente que con su pluma y una hoja
Harían historia.

No habían vivido la causa que defendían
Alguno de ellos tenía hasta  dos cosas
Pero no importo para que su  imaginación volara.
Hablaban de guerras y de tristezas
De sus infancias y juventudes
De su desprecio hacia lo vivido y
Criticaron a quienes no defendían la causa.
Estaban hartos de esas novelas
Se apoyaron en otro gran hombre
Y por medio de una fotografía
Plasmaron lo que eran,
Lo que siempre quisieron ser
Y se plasmo lo que la buena literatura
Ha querido exponer.



GANADORA DEL CONCURSO

NATALIA JIMENO GOZALO
A LA MEMORIA DE PROTASIO MONTALVO,



(que vivió durante 40 años escondido en el sótano de su propia casa, como un “topo”, víctima de la Guerra Civil española).



Y mi vida pasa y no pasa nada, nadie la ve,
 nadie hace nada.
Y mi cuerpo muere, día a día, noche a noche,
y la gente calla.
Y mi alma … ¿dónde está mi alma?
¿Alguien la ve?, ¿Alguien la echa en falta?
En esta soledad donde ya no soy nada, paso mis días
pero no importa nada.
Dos vidas distintas, una la real y otra la soñada.
En la real viven los demás,
yo paseo solo en la soñada, en la penumbra,
en la nada.
Y vagando en mis largos senderos de esta pequeña habitación,
mi barba se vuelve blanca.
Y… a aquellos que me convirtieron en un fantasma,
¿Se les ha vuelto la barba blanca?,
o, ¿están errantes como yo, bajo la tierra, pero yertos
envueltos en sábanas blancas?
Mi nombre verá la luz antes de que lo haga mi alma,
pero sus almas … ¿qué almas?, no encontrarán la paz
adondequiera que vayan.





JULIA CONCEPCIÓN GUTIÉRREZ.
PÉRDIDA.

A veces me pregunto, Guadalupe, si tú me echarás de menos.
Sin embargo, no es así. Tú eres pura esencia, nebulosa, allá flotante en tu perfecto mundo de las Ideas. Quién fuera Platón para alcanzarte.
Porque yo sí te echo de menos, Guadalupe.
Las noches de frío que pasé escribiéndote, el número de miradas perdidas en que te
fantaseaba. Tú me acogiste entre tus montañas nevadas, entre tus yermas llanuras, entre tus bosques incendiados, entre tu atmósfera, cercada por duras tapas. Qué joven soy para ser madre, qué abstracta eres para ser yo.
Todo eso se ha acabado.
Se acabaron las madrugadas frente al ordenador, los dedos congelados, el corazón a mil. Nuestra historia encajaba porque no existía, ¿o sí? Maldita distinción entre esencia y existencia.
Malditas las ganas que tengo de volver a ti: las segundas partes nunca fueron buenas.
No, Guadalupe, yo nunca seré Unamuno. Tú nunca llegarás a conocerme, siempre fui yo la que te conocí a ti.



Natali Biserova Lalova. 

NIÑEZ

POCO HAY MÁS INSPIRADOR QUE LA VIVA IMAGEN DE UNA NIÑA CORRIENDO DE LA MANO DE SU ABUELO.


Aún recuerdo su manera de fijar esos azul cielo en mi rostro,
Y cómo moría por ver a su niña, a su preciosa y única…
Su sol, decía.
Cada vez que despertaba, solo afligía que no le faltase de nadqa,
Moría y vivía por ver feliz a su nieta querida…
Si sol, decía.

Pasaron los años, ella creció, lejos, pero a su lado,
Creció rápido y lento, para que él la viese triunfando.
Pasa y pasa el tiempo, y solo quiere que esté orgulloso,
Como un día lo fue ella corriendo de su mano.



HOY, NADA MÁS INSPIRADOR QUE UNA NIÑA CORRIENDO DE LA MANO DE SU ABUELO.






INÉS PASTOR MARAZUELA

APUNTES DE HISTORIA

La última guerra que tocó España acabó hace 74 años. Los últimos signos de represión acabaron hace 38. Así que aquí tenemos lo que estábamos buscando: la paz. O, mejor dicho, Paz.
Gracias, Paz. Desde que has llegado, nuestras vidas se han convertido en globos de colores. Bonitos por fuera, pero por dentro no tienen más que aire. Porque, al fin y al cabo, lo que nos dieron esos tiempos revueltos fueron motivos por los que seguir luchando, ese fin último que ya Aristóteles buscaba.
Y lo que hacemos ahora no es más que caer en el tedioso bucle de la rutina. Día tras día cumplimos un horario similar, repitiéndonos una y otra vez que eso nos ayudará a encontrar la felicidad, sin darnos cuenta de que quizás la estemos buscando en el sitio equivocado.  Sin darnos cuenta de que la felicidad es mucho más fácil de ver cuando brilla entre lo negro.
¿Y dónde podemos buscar ahora la inspiración, si esta suele surgir del mal? Podríamos escribir versos de amor, pero al final nos cansamos de este sentimiento que lleva presente desde los principios de la humanidad.
Así que volveré a mis apuntes de historia, añorando tiempos tristes, pero mucho más dignos de recordar, sumida en esa rutina que es precisamente la que quiero evitar.


ESTHER NAVAJO SAMANIEGO

MIRADAS DE GUERRA

Aquella mirada, con sabor a sufrimiento y nostalgia, traspasó hasta lo más profundo de mí ser. Era el noveno día del Infierno. Los cuerpos caían inertes al son de una canción desesperada, al son del olvido y el dolor. Los recuerdos boyantes se desvanecían con el viento y regresaban cargados de desgracias y caos.

Aquella mirada lo decía todo, y a la vez nada. Aquella mirada al menos vivía. La oscuridad y el hambre se cernieron sobre las madres asustadas, los padres desalentados y los niños que pugnaban por vivir.

Aquella mirada lo vio todo, y no pudo hacer nada. Los aviones sobrevolaban amenazando con la destrucción. Las bombas se desprendían desde los pájaros de hierro y reían sin más. Nadie hacía nada. Todos lloraban en silencio. La luz del sol se escondía temerosa de encontrar los restos de una guerra sin fin. Una guerra que terminó en silencio, un silencio ruidoso y fingido.

Aquella mirada, con sabor a imperturbabilidad y aplomo, se apagó tras el primer amanecer. Aquella mirada luchó... y pereció.

Aquella mirada, con sabor a sufrimiento y nostalgia, traspasó hasta lo más profundo de mi ser.

Berta Martín
Ítaca

Querido Ulises, me he enamorado de Ítaca…
Existe una sensación que surge del mecer de las olas cuando pasas horas acunado por ellas. Esa en la que al salir del agua aún sueñas el oleaje, la cadencia, el goteo, el vaivén. El tono, el ritmo, la humedad. Eso es un beso de Ítaca y yo, que no soy más que una Penélope moderna y modernista, no he podido hacer otra cosa que perderme.

Ítaca es el mar de sus ojos. Por la mañana, recién levantados y confusos, son grises como los días nublados. Como la niebla del invierno que robó. Por la tarde se vuelven verdes como el lecho marino del que forman metonimia; y, por último, titilan azules de noche, con la oscuridad de las farolas perdidas en callejones recónditos sospechosamente transitados.

Ítaca es el mar. Es el agua, el arjé que argumentaba un tal Tales de Mileto. Ítaca es la lluvia, esa que abandona el mar para condensarse en las nubes de su imaginario, para después llver y moverse y recordarme que es mi isla, que es el descanso del éxodo constante de esta Penélope desubicada que siempre se debatió entre irse y quedarse. Entre reír o llorar. Entre besarla o comerla a besos.

Entre dejarla ahí, expectante, para que no desaparezca en medio del mar Dórico, o fundirme con sus costas, enterrar mis piernas en su cintura, convertirla en sancta sanctórum, patria y presidio, como decía ángel González.

Patria porque la amo, y presidio porque cosí mi alma a su sonrisa y ahora, cada vez que ondea los labios que forman mi bandera, me dan escalofríos en el alma.


PAULA MUÑOZ ANDRÉS

Evasión

              Ese olor, ese inconfundible y particular olor al correr por el campo bajo la penumbrosa luz de la luna contaminada. Una carrera de desahogo tras una tarde de números, letras, historia, memoria.  Ese intenso  olor a frescura, convertida en dolor; niñez convertida en rutina y vida matada por la muerte. Ese olor intenso que te lleva, sin tú quererlo y sin poder evitarlo, a esos maravillosos años de vida, de frescura, despreocupación e ignorancia, sin prejuicios. Prejuicios. Ese olor familiar de la posada de los abuelos, la fachada encalada y llena de golpes por el tiempo, el corral, el columpio se balancea desde la viga más alta. Ruge. Esperamos nuestro turno con impaciencia mientras las gallinas se quejan de forma incomprensible, sin prejuicios. Ese olor característico de las tardes de campo, el olor de la comida haciéndose y las blancas sábanas abrazadas por el viento. Hay niños, unos once, más o menos. Los más pequeños juegan con el barro, sin prejuicios, mientras los mayores, pero aun niños, intentan que los coches que pasan se fijen en ellos, sin prejuicios. Huele a chocolate y el bizcocho crece. Los vecinos juegan al tute con los abuelos y un ritmo pesa a lo lejos, el rítmico pisar contra el suelo, recordando ese olor de añoranza, de nostalgia, de deseo de recuperar la posada, ya convertida en herencia, en dinero, en prejuicios.
                                                                                                                                            



ESTHER SUBTIL MARÍA
LA PERSINA
Una nota encima de la mesa: “arregla la persiana del salón”, ya lo haría cuando tuviese un rato, no sabía cuándo seria eso, pero lo haría. Estaba demasiado ocupado escribiendo su nuevo libro. Esa misma tarde se decidió a hacerlo, arreglaría la persiana, así se despejaría un poco, no estaba inspirado, no le gustaba lo que estaba escribiendo y estaba demasiado agobiado para seguir con esa tarea. Se subió a una silla para arreglar mejor la persiana, pero era necesario subir a la repisa de la ventana. Se sentó en la repisa y se dispuso a arreglar la persiana. Mientras lo hacía le dio por pensar. Pensaba en su vida, en su niñez, su juventud, la muerte de su madre que tanto le había afectado, el nacimiento de su hija, en todo el éxito que había tenido como escritor, y fue ahí cuando empezó a recordar lo agobiado y poco inspirado que estaba por su nuevo libro. No recordaba nada bueno de su vida, excepto todo lo que tenía que ver con su hija; por eso las últimas palabras que se le recuerdan son: “si tuviera que volver a vivir todo lo que había vivido, preferiría no volver a hacerlo”, y diciendo esto, resbaló y cayó al suelo. La persiana todavía no estaba arreglada. El único testigo, un repartidor de pizzas que pasaba por allí. Si fue un accidente o se suicidó nunca se sabrá.
                       

           


GUILLERMO BARROSO SANZ
PERO TÚ TE AUSENTAS

Para olvidarte de todos mis fallos
Te propones ausentarte de mi amor.
Si tú quisieras, me contarías tus proyectos
Y yo intentaría
Indicarte el camino de salida.
Pero tú te ausentas
Y no vuelves a mi lado.
Es inútil encender una luz sobre la puerta,
Las señales luminosas que te envío
Te alejan cada vez más.
Pero tú te ausentas.
Me iré,
Podrás negociar en tus sueños tus proyectos,
Tu futuro.
Te he dejado una nota
Escrita con la sangre
Que brota de mi corazón.
Pero tú te ausentas.
Si un día quisieras regresar
Yo estaría esperando
Tus manos en las mías,
El reflejo de mis ojos en los tuyos.
Pero tú te ausentas.
Si te vas,
Cuídate,
El dolor deja huellas imborrables,
Por eso mi pensamiento es tan triste…
Pero tú te ausentas.



YÉSICA ALEJANDRA RÍOS VILLARTA
SIN TÍTULO
Me hallé en una cárcel cuyas rejas y paredes no me dejaron
Trascender ni participar en los ruidos del mundo. Estuve
Desnuda, vencida y derrotada por el mundo. Erré caminos y
Me enredé, perdí el tren y su tique de metro.

¡Mi diario vivir era muy pobre! ¡No lo culpo! Pues de
Las puertas de mi propia vida extravié las llaves.

Dejé un pie, desperdicié la voz que se lleva el aire,
Deterioré el tiempo y vi transformarse todo en senilidad.





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