DANIEL RODRÍGUEZ
La alcantarilla del caminante sin camino:
Su mayor virtud era la imaginación. Regresando a casa, siempre le sobraba tiempo para crear historias. Sin mirar el camino, prosiguió la marcha. Había una alcantarilla abierta, ni siquiera la vio, se precipitó por ella. Mientras caía, era incapaz de visualizar el fondo.
Se levantó, se encontraba en La Fuencisla, veía a lo lejos un castillo derruido semejante al Alcázar pero no percibía más que el color blanco y negro. Continuó su camino, se dirigía a la judería. Toda la ciudad estaba en ruinas, ningún coche, ninguna señal esperanzadora, todo era soledad y desolación.
Llegó al derruido portal de su casa. Guiado por la frustración, lo cruzó. Estaba verdaderamente en el portal de su casa, podía apreciar de nuevo la belleza de los colores. Un fuerte escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Por alguna razón inexplicable otra oportunidad de vivir le fue brindada tras morir en el fondo de aquella alcantarilla.
DANIEL RODRÍGUEZ
La alcantarilla del caminante sin camino:
Su mayor virtud era la imaginación. Regresando a casa, siempre le sobraba tiempo para crear historias. Sin mirar el camino, prosiguió la marcha. Había una alcantarilla abierta, ni siquiera la vio, se precipitó por ella. Mientras caía, era incapaz de visualizar el fondo.
Se levantó, se encontraba en La Fuencisla, veía a lo lejos un castillo derruido semejante al Alcázar pero no percibía más que el color blanco y negro. Continuó su camino, se dirigía a la judería. Toda la ciudad estaba en ruinas, ningún coche, ninguna señal esperanzadora, todo era soledad y desolación.
Llegó al derruido portal de su casa. Guiado por la frustración, lo cruzó. Estaba verdaderamente en el portal de su casa, podía apreciar de nuevo la belleza de los colores. Un fuerte escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Por alguna razón inexplicable otra oportunidad de vivir le fue brindada tras morir en el fondo de aquella alcantarilla.
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