Presentamos los trabajos ganadores del corcurso interno Por qué leer a los clásicos, 2012, del IES La Albuera. Este año giró en torno a la novela de Luis Sepúlveda Un viejo que leía historias de amor y
contó con la participación del escritor David Benedicte. Sintetizamos a continuación el argumento:
Antonio José Bolívar,
antiguo colono en la selva, ha aprendido a convivir con la naturaleza tras
instalarse en un poblado aborigen, compartiendo costumbres y ritos ancestrales.
Tras una experiencia desdichada, acaba
viéndose obligado a matar a un colono
irresponsable y retorna a la ciudad, donde soporta la vida “civilizada”
leyendo historias de amor -única experiencia de la que carece tras perder
prematuramente a su jovencísima esposa y vivir experiencias con jóvenes
aborígenes poco ajustadas a los cánones galantes de la literatura.
Estructurada la novela
en capítulos que pueden leerse como cuentos independientes, alcanza su mayor
intensidad en las últimas páginas, cuando Bolívar, obligado a acompañar una expedición de caza
organizada por turistas insensatos y destructivos acaba estableciendo un duelo
lleno de nobleza y respeto mutuo con una tigresa que aterroriza al pueblo.
Bolívar, vencedor, oculta el cadáver del noble animal para evitar que sea
profanado.
Toda la novela gira en
torno a un tema habitual en el novelista chileno: la intrusión irresponsable
del hombre occidental, codicioso, soberbio e ignorante, en un ambiente de
naturaleza virgen que desconoce. Se
convierte, así, en una amenaza para la convivencia de los humanos modernos con
el resto de los seres vivos y para la supervivencia de la propia naturaleza.
Los tres cuentos que a
continuación se presentan han buscado la inspiración en distintos apartados.
Daniel reinterpreta la vivencia de la cacería final en un monólogo inesperado
del lector adormilado que deja volar la imaginación entre las páginas del libro
y la conferencia. Pamela se fija más bien en los dos móviles abstractos de la
novela de Sepúlveda: el amor y el compromiso político con la democracia, para
desembocar en un inesperado final. Sandra busca un insólito punto de vista de
un personaje secundario tomado de la interminable galería de la novela, que
evoca su vida desde las perspectivas más simples.
Daniel Alcalde
LAS RAYAS DEL FELINO
Y ahí se encontraba el susodicho cazador, a
menos de un metro de la bestia que le amenazaba con sus poderosas extremidades
superiores. El sudor le resbalaba por la piel como la sangre por el costado del
animal. Permanecieron un cierto tiempo autocompadeciéndose, pero repentinamente
la feroz bestia se saltó esta pausa para satisfacer su sed con las entrañas del
hombre. Mas aquel hábil humano consiguió eludir satisfactoriamente el ataque,
pretendía conseguir que el animal dejase descuidado su punto débil para
asestarle el golpe decisivo.
Las horas pasaban y ambos
combatientes parecían no poner fin a su absurda lucha únicamente por un honor
ficticio que superaba todas sus capacidades. Sentían necesidad de proseguir con
el conflicto. La sangre comenzó a brotar del muslo derecho del cazador, el
felino le asestó tal zarpazo que aquel
hombrefue mutilado de gravedad en la mencionada extremidad. Lo más sensato
parecía huir para recuperarse de la herida, pero no podía, no a estas alturas
del duelo.
El machete que empuñaba este espécimen humano estaba ya ennegrecido por la sangre coagulada y seca que portaba, mas sus cortes seguían siendo tan limpios como la primera vez. Ambos combatientes, exhaustos, jadeaban entre cada acometida que realizaban sin éxito sobre el otro. Era una lucha de iguales.
El machete que empuñaba este espécimen humano estaba ya ennegrecido por la sangre coagulada y seca que portaba, mas sus cortes seguían siendo tan limpios como la primera vez. Ambos combatientes, exhaustos, jadeaban entre cada acometida que realizaban sin éxito sobre el otro. Era una lucha de iguales.
La noche caía, y con ella el
entusiasmo de la pelea, ya ninguno de los dos reacios enemigos deseaba ver
agonizando al contrario. Marcharon a buscar refugio para la noche, e intentar
sanar sus heridas. El poderoso felino se ocultó entre los altos helechos del
suelo selvático, mientras que el hombre, malherido trepó a un árbol con una
venda improvisada con hojas para taponar la fuerte hemorragia de su miembro
inferior derecho.
Las primeras luces y la neblina del
alba despertaron temprano al cazador, que después de aquel sueño reparador tubo
fuerzas suficientes como para ir en busca de su desayuno. El cazador comenzó a engullir el sabroso pez que había
capturado con las manos. Pero antes de que lo acabara, el incansable felino se
abalanzó sobre él como pidiendo reanudar la incansable y sangrienta lucha. Otra
vez el machete chocaba contra los marfiles del animal a modo de sujeción de
seguridad, mientras la mano izquierda buscaba cualquier objeto del suelo que
pudiera ocasionar el máximo daño posible al animal. Las fauces húmedas del
felino se aproximaban progresivamente a la cara de su objetivo, que tumbado en
el suelo hacía todo lo posible por salir victorioso de este episodio de su
vida. Las primeras gotas de saliva caían sobre la mejilla del desesperado
hombre que se dio por vencido.
-Esto es el fin…
Y la potente mandíbula del animal se
adentro en los más profundos pensamientos de su presa, la cual yacía en el
suelo sin ningún tipo de vida consciente, cual roca…
-¡¡SILEEEEEENCIOOOOOOOO!!-Gritó un
profesor de los allí presentes, creando una repentina acción de sobresalto entodos,
al borde del sueño más profundo y perfecto que se podía imaginar.
Todos los alumnos
volvimos a hacer una intentona de prestar atención al orador que contaba el
argumento de la novela; el cual, afortunadamente, ya iba por el final.
-El final es muy emotivo, sobre todo
cuando el viejo deja el cadáver de la tigrilla en el río para que no sea
profanado.-Prosiguió el orador, él era calvo, su cabeza brillaba y podían verse
las lámparas cercanas en ella.
-Estaba mucho mejor mi final…-pensé,
quitándome las legañas- El del autor es muy cursi.
El aburrimiento invadía a cada cual
que se encontraba en aquella sala infernal, aunque entre tanta monotonía se
presentaban instantes de carcajadas y se producía cierta atracción hacia la
susodicha conferencia, que finalmente no resulto tan agobiante como lo
esperado. Al finalizar el comentario, se produjo una fuerte ovación hacia aquel
hombre que se dignó a hablar delante de todos nosotros.
Repentinamente, la tierra comenzó a
sacudirse, violentamente no, lo siguiente; y una fisura de proporciones
descomunales comenzó a abrirse bajo todo el edificio como una puerta al
interior de la tierra, cayendo todo ser que se encontraba en esa sala. La
tierra se cerró bajo nuestras cabezas dejando únicamente la posibilidad de
avanzar por una estrecha abertura entre rocas. Todos estábamos asustados,
éramos desconocedores de lo que podía aguardar al finalizar la travesía recién
emprendida.
Pasadas varias horas de exhaustivo
viaje por las sucias paredes e inestable
suelo de la gruta, una sala descomunal es abrió ante todos. Estaba vacía,
únicamente se podía encontrar más barro y rocas. Inspeccionamos toda la
superficie que podíamos alcanzar, en busaca de alguna manera de proseguir. Tras
diversos movimientos de rocas, una pared acabó por desplomarse, matando a
varios de los recientes exploradores (pero no a mí, que seguía disfrutando de
cada instante de esta repentina expedición). La cavidad que se descubrió tras
el derrumbe, brillaba con un esplendor que se asemejaba a un espejo. Simplemente
era toneladas de metales que se asemejaban a la plata pulida… ¡Qué bien!
Un
momento, esto es demasiado bueno para ser verdad…¿Qué hace mi libro
mojado?... Parece que estoy en la biblioteca… ¡Ah, claro! Estoy estudiando… Y…
¿Me he quedado dormido?... ¡Puaj, el libro esta todo babeado! Curiosamente… Las
babas me recuerdan al pelaje de un tigre… Ya comprendo por qué me he dormido…
Pero, ¿Cuánto tiempo habré estado descansando los ojos?... Seguro que no llevo
mucho, solo son las seis y trentaisiete… Madre mía, qué silencio. Tengo que
continuar estudiando… ¡ahí va! ¡Una mosca en mi libro! Que guay… Está planeando
conquistar el mundo, por eso se frota las patas… Y, ¿cómo será ser una mosca?,
yo no me daría con los cristales, porque ya los conozco, pero si que me
gustaría ir hacia las bombillas encendidas… Son tan brillantes… Y, ¿cómo se
fabrican?, seguro que lo enseñan en algún programa de la tele… Y, ¿qué estarán
echando ahora?, voy a buscar en algún ordenador la programación de hoy…
Interesante… Creo que me voy a ir a casa a ver este programa… Ya estudiaré
antes de dormir... Tal vez tenga para cenar hoy croquetas, o a lo mejor una
ensalada césar… Tengo ganas de llegar a casa…
Pamela Rosero Delgado 4º “A”
LA RAZÓN Y EL CORAZÓN
Hoy quiero contar mi historia, soy de origen chileno mis
padres son personas de origen humilde que me criaron con amor, me dieron una
educación y supieron apoyarme en todo momento en las metas que tenía, apoyaron
mis sueños y ahora soy un gran escritor.
Cuando tenía veinte años la situación económica y política
en nuestro país se nos tornó difícil, era critica pues se había instaurado una
dictadura y yo como algunos otros me oponía a ese régimen de gobierno. Era un
libertador, un revolucionario, un escritor fanático de la libertad.
Mis padres tuvieron que viajar a otro país, donde al parecer
les ofrecían lo que aquí no teníamos y añorábamos, libertad. Yo también viaje
con ellos, fuimos como emigrantes a casa de unos familiares que teníamos allí,
donde conocí a una joven de la cual me enamoré con locura. La veía a diario
peinar sus hermosos y largos azabaches cabellos y partir cada mañana a su
colegio. Era una hermosa niña con rostro angelical que hacía
que mis problemas se desvanecieran pues tenía solo trece años y su inocencia
brotaba a flor de piel.
Cierto día, ella distraída le robé un beso, beso al cual
ella correspondió con la misma pasión que yo; desde entonces empezamos un tránsfugo romance, le regalé una flor junto con mi corazón
y ella aun estando asustada de lo que sentía me correspondió. En cada uno de
nuestros encuentros clandestinos ella se hacia la misma pregunta: ¿Qué dirán
mis padres si se enterasen de lo nuestro?, pues ella y yo éramos primos. “Un incesto”, dirían e intentarían separarnos.
Yo callaba sus palabras con mis besos y la niña correspondía a mis muestras de
cariño y yo solo rogaba a dios que nunca nadie nos separase.
Cierto día después de tanto buscar conseguí un trabajo, en
un lugar que no había visto jamás, era un hermoso paraíso, un hotel que estaba
rodeado de un lago y unos jardines con todo tipo de flores hermosas desde
margaritas asta rosas pero ninguna más bella que mi amada y yo era su jardinero
mi trabajo consistía en ocuparme del cuidado de los jardines principales y
secundarios y de ese azul y cristalino lago. Aparte de esto tenía que cuidar a
mi Lizbeth pues mis tíos me la habían confiado. Tenía que recogerla de su
colegio y llevarla a su casa o a donde necesitase. Cada vez las cosas se
tornaban peor para nuestra relación pues mis tíos volcaron toda su confianza en
mí y yo la estaba traicionando al enamorarme de su tesoro, su hija menor, mi
prima.
Como es tradición cuando las niñas cumplen quince años, les
hacen su fiesta rosada y ella tuvo la suya. La vistieron con un hermoso vestido
de princesa, adornaron sus cabellos con una corona de falsos brillantes y su
blanco y suave cuello, que tantas veces había besado, con una gargantilla de
oro. Pero ni aun con tantos adornos su carita de inocencia dejaba de brillar,
era una hermosa luz, mi motivo de vida, y era irónico yo, que toda una vida
había luchado por la libertad, estaba atado a ella y por su felicidad y
tranquilidad reprimía mis deseos de decirle al mundo que la amaba.
Con quince años la niña se había vuelto mujer más hermosa
que antes; ella decidió que era mejor no verme más, que no quería problemas y
que era una niña insistía. Por último que tenía otro amor, me dijo. Desde
entonces dediqué mi vida a mirarla dese lejos, ser su amigo, confidente. Y a
luchar por mis ideales, quería volver a Chile y acabar con aquella cruel
dictadura que a mi pueblo aprisionaba.
Por mis venas corría sangre revolucionaria y viajé. Cuando
llegue a las playas que rodeaban mi antigua casa y el azul del mar que bañaba
aquella roca donde solía sentarme a pensar y escribir mis pensamientos, las vi
destruidas, al igual que el resto del pueblo. Parecía un lugar sin vida, la
gente estaba sumisa ante los militares, y ante el dictador nadie se oponía. En
su mirada se notaba que no eran felices, la luz se había escapado de sus ojos.
Los arrogantes y pedantes políticos hacían de las suyas en
mi país, MI PATRIA, yo mientras que trabajaba y cuidaba de Lizbeth me había
sacrificado y había terminado mi carrera de derecho, era un abogado con ideales
de hacer justicia en mi país y aprisionar y castigar a todos los que lo habían
dañado. Un día después de varias revueltas me arrestaron, pero “el dictador”
sabía que sería un escándalo asesinarme por haberme ganado buena fama y
voluntad de todos, por lo que me exiliaron.
Un año después volví al país donde mis padres habían logrado
ser felices. Cuando llegué mis padres trataron de mil maneras de que me
quedase, que no volviese a Chile, que abandonase mis ideas de revolución, y
durante un tiempo lo lograron. Cierto día la vi, en una reunión familiar, la vi
y su rostro apenas había cambiado, corrió a mis brazos y yo a los suyos y
disimulando nos abrazamos. Entonces me di cuenta que me amaba tanto como yo a
ella, me amaba y eso era cuanto quería saber; en esa misma reunión mientras
todos comían, bailaban y bebían, ella y yo fuimos al lugar de nuestros
encuentros.
Mi niña ya era mujer, tenía dieciocho años y había cambiado,
solo entonces paré a analizar su hermosa figura, estaba bien formada como
pulida a medida, la besé y ella se dejó llevar, entres rosas rojas y margaritas
la hice mía, creí en sus palabras, en su declaración de amor, pues también pude
darme cuenta que me estaba entregando su más valioso tesoro, ya que jamás
ningún hombre la había tocado, era casta y pura y me estaba regalando su
inocencia. En aquel instante yo era el hombre más feliz, me sentí importante
para ella y ella lo era para mí. Estaba dispuesto a abandonar mis apasionados
ideales por vivir toda la vida a su lado y entre besos y caricias se lo
propuse.
Las cosas en Chile estaban peor, para mí era un alivio saber
que la gente quería levantarse y yo añoraba dar un golpe de estado acabando así
con la dictadura e implantar una democracia en ese momento mi corazón y mi
razón se volvieron rivales a muerte, ignorando mis sentimientos viaje a Chile,
arriesgándome a morir si la guardia del dictador me veía.
Un sábado por la tarde llegué y mis compatriotas me
escondieron, planeamos juntos una dura ofensiva al parlamento pues éramos más
fuertes y contábamos con muchas armas. En una noche fría de mayo atacamos el
Palacio de Carondelett y allí secuestramos al dictador junto con su familia
obligándole a dimitir y entregar la libertad a nuestra patria. Como era de
esperar, este, al verse acorralado y con la cobardía que lo quemaba por dentro,
en cuanto quisimos darnos cuenta el muy cobarde había matado a su familia y se
había suicidado.
Al fin había conseguido uno de mis mayores sueños, ver a mi
paria libre. Entonces decidí dejar Chile en manos del que me pareció sería un
buen gobernante y viaje a encontrarme con mi Lizbeth y apoyarla en sus sueños,
haciendo así realidad otro de los míos que era estar junto a ella, cuando me
vio sus ojos se llenaron de paz y gordos lagrimones pues la pobre había pensado
que lloraría mi muerte.
En ese entonces, cuando al fin la besaría sin remordimientos
y con toda libertad sin que nos importe que todos se enterasen de nuestro amor,
desperté en una sucia, oscura, mugrienta, y cruel celda de una de las cárceles
del Mariscal Sucre, también apodado por mí como “El Dictador”. Y ahora, con
cuarenta y cinco años, aún tengo la esperanza de encontrarla, de algún día
hacer realidad este sueño y enamorarme de una mujer de carne y hueso y así
vivir el más lindo romance junto con ella que solo en este sueño había podido
lograr.
Pero por más esperanzas que tenga, no lo poder hacer
realidad pues en dos días me fusilaban acusándome de desacato a la autoridad y
traición a la patria.
Sin más palabras, de mis padres me despido deseando que un
día ellos reciban esta carta y me recuerden como en este sueño un hombre que
solo deseaba felicidad y amor.
Firmado:
LUIS
SEPULVEDA.
Sandra Martín Gómez.
MI ÚLTIMO AMADO.
Mi madre siempre me había dicho que
había nacido en la selva amazónica, pero nunca me había especificado dónde, a
pesar de lo cual, yo sabía que era en un árbol. Era muy pequeño cuando nací. Mi
piel era sonrosada y mis pocos días de vida me impedía saber o conocer nada. Me
pasaba los días con mis hermanos mientras mamá nos traía la comida. Éramos un
total de tres pequeñas y sonrosadas criaturas que acababan de conocer el mundo.
Poco a poco aprendí a valerme por mi
misma. Mi familia era peculiar porque mientras mi padre enseñaba a mis
hermanos, mi madre no me enseñaba a mí sino que se ocupaba en cuidar de los
próximos habitantes de lo que ahora llamo mi casa. Aprendí observando cosas,
plantas, animales, humanos, pájaros, peces y tigres. De estos últimos descubrí
que siempre que alguien se encontraba con uno debía de huir rápidamente.
Mataba el tiempo, mientras aprendía,
en dar investigar en las cercanías de mi casa. Saltaba desde una rama de un
árbol y aterrizaba en la del árbol de en frente cada vez con más facilidad; me
gustaba ver a los peces nadando arriba y abajo y saltando por encima del agua,
pero odiaba cuando les sacaban del agua y se ponían a saltar en la tierra y
dejaban de moverse. Mi padre me explicó que eso se llamaba boquear, era lo que
hacían cuando no tenían agua para respirar.
A veces acababa como mareado, me
caía al suelo después de dar vueltas anonadado por los colores que rezumbaban,
los rojos, los verdes, los amarillos, los marrones, las pocas veces que veía el
azul del cielo o el azul del río mezclado con el marrón (otra vez) de sus
orillas. Me costó mucho aprender esto porque hay infinidad de colores; por
ejemplo, de verdes hay muchísimos, verde de las hojas a las que les da el sol -que
son más claritas-, verde de las hojas a las que no les da el sol, verde de la
hierba en el suelo, verde de esas cosas verdes llamadas algas -que resulta que
son diferentes fuera del agua que dentro-. Y está el verde de los árboles, el
verde que se ve por encima de los árboles, el de los árboles cercanos, el de
los lejanos, el de los que están en medio, en la armonía de todos ellos...
A pesar de que ya había visto más humanos
antes, una vez vi humanos nuevos, no iban sin ropa, tampoco iban todos iguales,
y tampoco tenían lo que mi madre llamó piel de color marrón oscuro, lo tenían
marrón pero claro. Mi madre me explicó que eran salvajes, que quería decir gente
que decían hacer formas con un palo en la arena y a eso lo llamaban números. Pero
mi padre la corrigió diciendo que eso eran los contrarios, que eso eran los
shuar, que ellos eran gente que ni vivía en al selva pero que creen vivir en
ella porque han aprendido cosas en algo llamado libros, que son cosas grandes y
cuadradas con un montón de cosas parecidas a las cortezas de los árboles, pero
mucho más finas y blancas unas encima de otras y donde hay lo que se llaman
palabras. Un día quiero saber escribir, mientras tanto me vale con sobrevivir.
Mi padre enseñó a mis los misterios
de la selva, a saber diferenciar un águila de un pájaro que no es peligroso, a
saber en que sitios dormir, preferiblemente en lo alto, a no acercarse a algo
que ellos llaman serpientes pero que yo no he visto nunca.
-Papá, ¿qué son las serpientes?-le
pregunté un día muerta de curiosidad.
-Son animales alargados, como las
ramas de los árboles para que te hagas una idea, pero que se pueden mover, y,
como son de los mismos colores que la selva, no se los ve muy bien. Pero son
muy peligrosas porque te pueden morder y cuando hacen eso tienen veneno que es
un líquido que te mata, pero no lo tienen todas, por lo que dicen los humanos.
Algunas se enroscan aquí -me señaló la unión de mi cuerpo con mi cabeza, el
cuello- y te aprietan y te impiden respirar y te matan.
-¡Hala!
-Pero si vas por lo árboles es mucho
menos probable que te pase eso.
Esa fue la primera vez en toda mi
corta vida que deseé realmente no haber nacido aquí. Conmigo, en cambio, se
aseguró de que hubiera aprendido lo necesario para mí, para que fuera capaz de
sobrevivir. Me dijo que al ser una chica no me hacía falta mucho más porque ya
se encargarían los chicos de protegerme. Pero yo quería crecer, descubrir,
aprender, volar. Tiempo después de que se fuera mi padre pregunté:
-Mamá-le pregunté un día-. ¿Por qué
se fue papá?
-Para tener más hijos y que nuestra
especie continúe viviendo por muchos sitios.
-Pero tú has tenido más hijos.-Le
reproché.
-Sí, pero no del mismo padre.-Y con
eso dio zanjada nuestra conversación.
Crecí sola, mi mamá murió cuando
nacieron los últimos hermanos que iba a tener, cuatro, pero tres se murieron a
las pocas horas, ella siempre decía: “La vida en la selva es de las más duras
que existen.” Aunque quería ver tanto como fuera posible, en realidad me sentía
sola sin mi familia, mis hermanos se fueron en cuando mamá murió, y los que
nacieron después que yo hicieron lo mismo, solo quedé yo. Aunque quería ver si
había algo más allá de la selva o todo era una gran selva, cosa que suponía que
no era así por la frase de mi madre, solo salí una vez de la selva y por poco
no vuelvo.
Estaba yo un día con mi primer
amado, me había cautivado tanto que estuve con él mucho tiempo, tuvimos cinco
hijos y yo hice que sobrevivieran todos, pero como me explicó mi madre, se fue,
y con él todas las ganas de criar hijos que tenía, aun así, tuve un segundo
amado y un tercero y seguí cuidando de los hijos aunque algunos ya se habían
echado a volar. Un día mientras buscaba comida, descubrí lo más apetitoso del
mundo: la mejor comida que mis pequeños ojos habían contemplado, así que me
dirigí a por ella, pero algo me atrapó, me pasé así mucho rato y descubrí que
había pájaros que estaban enjaulados como yo, eran de todos los colores,
azules, rojos, amarillos, grises, blanco… y algo que según mi madre era un
tucán.
De repente, un humando vino a por
nosotros, a todos los pájaros los enjauló y a mí me dejó atrapada, pero en
cambio hubo dos pájaros a los que dejó libres, cosa que me sorprendió. Para mi
sorpresa, nos llevó con más hombres como él, estos humanos debían de ser de los
que no eran salvajes por como eran. El humano que nos tenía presos nos dio a
otros humanos y ellos le dieron libros. Por lo que vi, a ese humano no lo
llamaban humano, sino Bolívar.
Yo estuve con un humano con el que
me llevó muy lejos, otros humanos se llevaron otros pájaros, otros directamente
los soltaron, otro se llevaron otros animales que no alcanzo a distinguir. Mi
humano se llamaba Fernando. Fernando era grande, mucho más grande sí, tenía la
piel muy poco marrón, tenía una cosa en la cabeza que le ocupaba toda la cara
de color marrón muy marrón, y llevaba las ropas más extrañas que jamás he
visto, aunque he visto pocas. Estuve mucho tiempo con él, y yo podía estar por
toda la casa, pero un día me dijo:
-Te voy a llevar a tu casa otra
vez.-“Casa”, pensé, eso me suena.-Sí, esa con árboles y…-“árboles, mi casa, mi
árbol, mis hijos.”-Vaya, se te ha cambiado la cara, te llevaré mañana por la
mañana.
Al día siguiente por la mañana volví
a mi casa otra vez como había prometido, pero ver como se desplomaba no se me
olvidará nunca, ver como aparecía ese tal Bolívar corriendo y diciendo “Está
muerto, muerto.”, y llegar a la conclusión por mi misma de que jamás le iba a
volver a ver después de lo bien que me había tratado me hacía daño. Pero decidí
seguir haciendo lo que tenía pensado hacer, volver a por mis hijos. Para mi
sorpresa, todos se habían ido. Y en ese momento me pregunté cuánto tiempo pasé
fuera, por lo menos el suficiente para no verles crecer, pero decidí pensar que
eran parecidos a mis hermanos, que se fueron a vivir.
Pasé mucho tiempo sin volver a tener
hijos y solo tuve un amado más y tres hijos más. Con el tiempo decidí que él fue
el mejor amado que había tenido nunca, pues aunque era físicamente parecido a
mis otros dos amados, gracias a este recuperé la felicidad que tanto me
embriagaba al principio. Recuperé mi maravillosa forma de ser llena de
curiosidad que dejaba anonadados a los más precavidos, envidiados a los más
jóvenes y con sus recuerdos a los que acababan de tener hijos; cuando él
apareció decidí que iba a ser mío aunque solo fuera temporalmente, decidí que
si conseguía volver a volar de la misma forma sería con él.
Y, en efecto, así fue, volver a
volar así me hizo olvidar la muerte de Fernando, el abandono de mis hijos y
todo el maravilloso olor a humedad que
impregnaba la atmósfera. Me ayudó a identificarme físicamente ahora que lo
había hecho por dentro: yo era verde, pero con la parte esa roja y lo que queda
de cabeza azul, y por debajo de los ojos amarillo, en la zona de las alas que
más se acerca a la espalda era roja también, mi piquito era marrón; y la mayor
preciosidad del mundo con la que tuve cuatro hijos era verde con una parte de
la cabeza amarilla.
Nuestros hijos eran una macedonia de
ambos, aunque en esta macedonia los trozos se separaban perfectamente, los
chicos eran como su padre y las chicas como yo, tuvimos un total de seis,
cuatro chicas y dos chicos. Su padre nunca les abandonó, sino que se murió. Yo
les enseñé todo lo que aprendí, sin importarme contarles más a los chicos que a
las chicas a todos igual, todos tenían que sobrevivir, ellos se fueron, yo
encontré a otro sustituto de mi amado pero no tuvimos más hijos.
No sé por qué me he acorado de esto,
tal vez porque resulta que el dicho de los humanos de que cuando vas a morir
pasa toda tu vida por delante de tus ojos es verdad, porque estoy a punto de
llegar al suelo, me ha dado algo así como un susto que no sé como se llama y
cuando me he dado cuenta, ya estaba cayendo, por eso no he tenido hijos con mi
último amado.
Me parece muy interesante que la base de los textos tenga al libro "El viejo que leía novelas de amor", porque es una obra literaria que tiene muchos matices y merece ser digna de estudio.
ResponderEliminarPersonalmente me resulta fascinante la vida del protagonista y ver como se desencadenan sus batallas internas.
Yo asistí a las charla sobre este libro en tercero y fue una grata experiencia.