El microrrelato es una construcción literaria narrativa distinta de la novela o el cuento.
Es la denominación más usada para un conjunto de obras diversas cuya
principal característica es la brevedad de su contenido. El microrrelato
también es llamado microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento.
Recogemos una serie de microrrelatos escritos por alumnos de Bachillerato del Instituto. Las condiciones que se propusieron son dos: no superar las 150 palabras y ambientación en algún punto de Segovia.
ALEJANDRO DEL BOSQUE: CONFUSO ENTRE LAS PIEDRAS
Desperté en la plaza de Colmenares, tumbado
en un banco y envuelto en papel de periódico. Miré a mi alrededor, tan solo me
fijé en un hombre encapuchado, cuyo rostro no conseguía distinguir.
Supuse
que quería algo, ya que no paraba de mirarme. Sin embargo, cuando llegué a
pocos metros de él, desapareció rápidamente por las escaleras que cruzan la
muralla.
Me asusté por un instante, me di la
vuelta, volví sobre mis pasos, y me vi a mí mismo, tumbado en aquel banco.
JULIA CONCEPCIÓN: EL PASEANTE
Un hombre paseaba por la Plaza Mayor de
Segovia. Se abría paso entre la multitud y esquivaba a los niños que corrían y
se subían gritando al templete, mientras sus ojos quedaban fijos en la silueta
de la catedral. La belleza del caso antiguo hacía que las sílabas se deslizaran
mejor tras sus gruesas y oscuras cejas y lograba que en sus pasos encontrara el
ritmo que necesitaba para cada poema.
¿Cómo iba a saber
aquel hombre que, en ese mismo lugar, más de ochenta años después, la estatua
de su silueta iba a inspirar a muchos otros como él?
CRISTINA
DE PEDRO MUÑOZ : UN RAYO DE ESPERANZA
La tarde era
gris, amenazaba lluvia, y allí estaba yo en lo alto de una roca, al borde de un
precipicio mirando el Alcázar a pocos metros de mí. Todo estaba decidido, un
salto y se acabaron todos mis problemas.No podía
pensar, pero algo me impedía saltar, algo unía mis pies a la roca.
Hice un último esfuerzo, miré al frente y repentinamente le vi a él subido en
la torre más alta del Alcázar, a punto de arrojarse al vacío.Por un momento
nuestras miradas se cruzaron, en décimas de segundos nuestros cerebros
intercambiaron millones de ideas, nos hicimos mentalmente cientos de preguntas
y seguimos mirándonos fijamente.
Pasaron unos
minutos que se nos hicieron eternos. De repente como por arte de magia, ambos
sonreímos al mismo tiempo, y nuestra sonrisa se iluminó por un brillante rayo
de sol que apareció entre las oscuras nubes de la tarde segoviana.
KATIA RUTH BACA CORNEJO: VACACIONES
Apareció
en su casa, no sabía cómo ni por qué. Todavía le quedaban tres días para seguir
sus vacaciones en aquel maravilloso lugar; no sabía cómo había llegado a casa
sin ni siquiera sentirlo.
Estaba enfurecida, su corazón latía muy rápido, ya que
estaba caminando apresuradamente por todas las habitaciones a buscar quien lo
ayude a entender lo que estaba pasando; y de tanto moverse, desordenó toda la
cama. Al no encontrar a nadie que le dé alguna respuesta se puso a llorar. Tan
grande era el deseo de estar en aquel lugar, que abrió los ojos de golpe y en
seguida sonrió con la felicidad de saber que a la hora de asomarse por la
ventana podrá volver a ver el barrio de las brujas de San Millán, dentro y
fuera del sueño.
CARLOS MARTÍN: LA PIEDRA DEL ACUEDUCTO
Cuando el arqueólogo William Blake
vino a Segovia a trabajar en una excavación, no imaginaba el fantástico
descubrimiento que haría. Un día encontró un fragmento de granito con una
inscripción. No se lo contó a nadie. Trabajó en secreto durante meses para
descifrar aquel extraño lenguaje.
Una
noche, mientras investigaba, se apagó la luz y vio que algunas de las
laminillas de mica brillaban alineadas formando una frase incompleta en latín.
Eran instrucciones para colocar la piedra en un pilar del Acueducto.
De día trabajaba y de noche visitaba el monumento buscando el lugar donde encajase la piedra. Entre dos sillares encontró un hueco. La luz de las farolas se difuminaba en la niebla. Colocó el fragmento casi a tientas. Inmediatamente el arco se iluminó y la niebla se fue abriendo mientras Blake se adentraba en aquel portal del tiempo: Se encontraba en un mercado romano. Nunca regresó.
De día trabajaba y de noche visitaba el monumento buscando el lugar donde encajase la piedra. Entre dos sillares encontró un hueco. La luz de las farolas se difuminaba en la niebla. Colocó el fragmento casi a tientas. Inmediatamente el arco se iluminó y la niebla se fue abriendo mientras Blake se adentraba en aquel portal del tiempo: Se encontraba en un mercado romano. Nunca regresó.
MARÍA CASAS: HUELLAS DE UN SUEÑO.
Cabalgué sobre
los siete vientos de la llanura, hasta el lugar dónde el aire araña con su voz
la piedra, dejando prendidas de sus almenas, telarañas de las más hermosas
historias.
Paseé por sus
angostas y coloridas calles. Embelesé a las princesas más codiciadas de su
corte, y agoté mis horas de sueño compartiendo tejado con los gatos.
Perdí todos mis naipes en sus
tabernas, y escuché la tintineante risa de las estrellas que colonizan sus
noches de invierno.
He soportado
ebrio, el audaz y asfixiante canto de sus pétreas sirenas, y bailé macabras
danzas alrededor del fuego las frescas noches de su verano.
Grabé con
poesía las tejas de las torres que coronan su alcázar, y en las cuevas cercanas
al Eresma, vislumbré el brillo purpúreo que adorna las hermosas máscaras de las
hadas.
En aquel lugar,
encontré, entre jardines, tejados y castillos, los mejores resquicios de la
historia.
ARÁNZAZU SÁNCHEZ MORENO: Últimas palabras.
Llegué a la iglesia de San Martín aquella tarde lluviosa con reflejos de sol, sabor de otoño. Intenté repasar la jornada anterior y no me acordé de mucho, solo la discusión en la que no recibí más que golpes por su parte. Existían esperanzas de que si aquello no funcionaba, acabaría yo mismo lo que empecé, pero no hizo falta.
ARÁNZAZU SÁNCHEZ MORENO: Últimas palabras.
Llegué a la iglesia de San Martín aquella tarde lluviosa con reflejos de sol, sabor de otoño. Intenté repasar la jornada anterior y no me acordé de mucho, solo la discusión en la que no recibí más que golpes por su parte. Existían esperanzas de que si aquello no funcionaba, acabaría yo mismo lo que empecé, pero no hizo falta.
Al llegar, supe que era una trampa por su sonrisa. El tema
de divertido tenía poco y no podía ser de felicidad.
En un intento por no estropear el espectáculo, evadí
pensando que muy pronto solo seria un amasijo de vísceras. Recordé el último
momento de la vida de su hermana con un mohín. Eran gemelas, tenía que haberlo
previsto. Ella me había encontrado, y la cara de la que una vez vi muerta se
iluminó, seguramente deleitándose con mi extinción. No podría explicarlo todo;
se acabó el tiempo. Y dejó de llover.
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